QUITARLE GRAMOS AL KILO NO ES MKT

ALTA Y ADENTRO
Por Jaime E. Rey

CHIHUAHUA, CHIH. _ ¿Sabe de que tengo ganas? Tengo dos años viendo beisbol de la Liga Mexicana añorando ver un squeeze play, un robo de jom, un beisbol de fundamentos que haga honor al hoy falso mote de “deporte de las inteligencias”.

Eso se vía en mejores tiempos pero cambios regresivos han convertido lo interesante en penosa monotonía. Las cabecitas locas de la asamblea de dueños creen que mercadotecnia es robarle más gramos al kilo y son los peores enemigos de su producto. Están más borrachos de poder que los Fox.

Es por eutanasia que beisbol agoniza por falta de taquilla. Lo que fue un juego dinámico de tres o menos horas hoy es cuatro horas de espera del jomrón o del milagro de que uno de seis pitchers mediocres de tiznadera salga bien. Eso sólo conduce a más tiempo para “empedarse” o morir de aburrimiento.

Ni hablar, sin el maldito vicio no soportaríamos ni el mal estado del deporte, ni las ratas que están dando a los honestos vida de perros. El beisbol y toda actividad pertenecen a las cerveceras. Ya ni las quermeses de iglesia sobreviven sin su apoyo. Sin abundante venta no hay apoyo.

Eso es inevitable pero el beisbol de absoluta dependencia en el poder no debe serlo. Ya nadie sabe tocar, el corrido de bases, los tiros de línea al cortador correcto, pitcheo adentro y demás sutilezas del juego son misterio para los modernos. Ya no se manufacturan carreras con astucia. Hoy casi todas son producto de pésimo pitcheo y suerte.

Estrategia es que el manager sepa colgar la barriga cómodamente sobre el riel de la maya protectora del dugout por que de ahí no se moverá hasta la quinta entrada cuando su abridor haga ojitos de borrego tierno para que lo saque.

Ahí se inicia monótono desfile a la loma. Sacar a un pitcher consiste de este ridículo: El coach camina lento a la loma, hay que hacerse notar, para decirle a tira piedras, “Pregunta el manager si te sientes bien”. El pitcher dice, sí pero dile al guey ese que me sentiré mejor si me saca”. El coach le da nalgadita y se retira a bostezar junto al manager.

El pitcher no encuentra ni la puerta ni el jom y se repite la escena, “dice el manager que tires strikes”. Dile al guey ese que si cree que es fácil que los venga a tirar él”.

Por fin el manager quita la panza del riel y emprende su primera caminata a la loma de por lo menos seis para cambiar de pitcher. Y todo el ritual se repite con cada nuevo tira piedras que se saca de la manga.

Los pitchers tienen toda la noche para calentar el brazo en el bullpen pero en publico necesitan ocho tiros de calentamiento que se pueden extender a 15, si el umpire de home no encuentra de donde le caen las mentadas.

Con tanto tira piedras no hay para que manufacturar carreras ellos se encargan de eso y en esa ruleta rusa el último que queda parado gana.

Los umpires no tienen control del juego. Son la máxima autoridad pero no la ejercen. Plinio Escalante, presidente de la liga, está consciente de la multitud de problemas evitables.

Plinio es un buen hombre dedicado y de sincero amor al beisbol pero tiene las manos atadas por los influyentes en la asamblea. Con honestidad explicó los problemas con la prensa.

Plinio es otra de las inteligencias desperdiciadas en el beisbol. Quedé con la impresión de que fue asignado a visitar las sedes de playoff sólo para decir que en escala del 1 al 10 le da un siete al pésimo ampayeo.

Ello son el peor problema, no sólo se equivocan demasiado no hacen nada por acelerar los juegos. Algunos dan la impresión de que ni las reglas saben. Las medidas que se han adoptado para ese fin son ignoradas.

Ellos tienen la autoridad para mantener al bateador listo dentro de la caja de bateo. Creo la liga debe exigirle un certificado de sus mamás asegurando que saben escoger enseres de su medida.

El pantalón les queda demasiado apretado y las guanteletas flojas. Cada turno de bateo es un paseo alderredor del jom exhibiendo las pompis. Luego viene un reajuste o dos de guanteleta en cada pitcheada.

Los umpires nomás mirando. Ojalá les guste más ver el arte de aflojar y apretar la guanteleta que las otras cosas.